The Rock and Roll Hall of Shame

28/10/13

EDITORIAL: El final de la tercera temporada (Memoria y balance)


Como ya lo había prometido con antelación, el final de la tercera temporada es una realidad. Espero haber cumplido con todos, tanto en la calidad de los textos, como en las generosas dosis de ironía, sarcasmo y acidez que cada uno de ustedes esperó hallar en Los Peores Discos. Porque de eso se trató mi misión: de hacer humor a partir del rock y el pop, riéndonos de nuestra idolatría e inquietando, aunque sea un poco, a los “grandes” divos establecidos de la música popular de nuestro tiempo.
Sé que hay una clase de gente que se ha divertido mucho con estas crónicas, pero también soy consciente de otra que las ha padecido (y ha pedido mi cabeza en bandeja de cartón). A ambas especies humanas está dedicada esta obra que vengo desarrollando desde hace casi tres años. A ambas les estoy agradecido. A ambas le debo la razón de la existencia de esto que di en llamar, un poco magnánimamente, “la cruzada contra el mal”.
Muchos se preguntarán si existen razones valederas para finalizar esta temporada “tan pronto”. Las hay, y tienen que ver con un estado de ánimo personal y, asimismo, con un firme designio de no caer en una virtual repetición de intenciones, ya que todos saben que siempre me he esforzado en brindar la mayor variedad en eso de “el disco es una mierda y si lo comprás sos un idiota”.
No es ningún pecado poseer (e incluso glorificar) uno o dos álbumes de los aquí reunidos, pues, como se dice por allí: “al mejor cazador se le escapa la liebre”. No obstante, considero que atesorar más de cinco discos de los expuestos sería propio de un cultor honoris-causa del mal gusto. Siguiendo en esa tesitura, creo que tener más de diez, bien podría ser digno de un tratante de blancas, un peligroso psicópata o un traficante de armas. Pero a quien tenga el deshonor de coleccionarlos todos, le pediría que se interne de inmediato en un asilo, por el bien de la Humanidad; o mejor aún, le aconsejaría a sus allegados que no se agachen en su presencia.

Sepan que hay muchas basuras más en mi lista negra, esperando el momento de ver la luz de la justicia. Sólo es cuestión de ir compilando ideas nuevas y originales, para desarrollarlas de la manera más satisfactoria. Aunque eso será el recién próximo año.
Por lo tanto, tomen esto como un compás de espera y no como una despedida, pues seguiré contestándoles a cada uno de ustedes, en la medida de lo factible.
Para terminar, les pido que vean este post final como un balance y me escriban algunas líneas acerca de lo que les pareció este ciclo de Los Peores Discos.
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Les deseo un excelente año a todos, a los que me quieren y… bueno… a esos otros. ¡Hasta la próxima temporada!

10/8/13

LED ZEPPELIN - In through the out door


Estimados miembros de Led Zeppelin:
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Habéis recorrido un largo camino, amigos, desde “Good times bad times” hasta “I’m gonna crawl”. Un camino lleno de hazañas, de experimentación, de poder sin igual, de un sonido estremecedor, de conciertos extensos y magistrales, de unas canciones acústicas munidas de una belleza muy raras veces vista, de un coqueteo brillante entre el blues, el hard-rock, el country y la impronta oriental.
Oh, sí, me habéis hecho vibrar como pocas otras bandas lo han hecho. Y tuvisteis la dignidad de separaros, luego de la muerte inesperada de vuestro compañero de ruta ‘Bonzo’, a quien no hubo manera de reemplazar.

Gozasteis de momentos de gloria, el pináculo de la fama, los excesos, las ventas multimillonarias, y hasta os disteis el lujo de publicar una obra maestra que no contenía ni siquiera vuestro nombre en la tapa. Jugasteis con mis sensaciones y alucinaciones, me embrujasteis y me emocionasteis hasta el fanatismo. Por todo eso, os estaré agradecido mientras viva.
Sólo que pudisteis haberlo echado todo a perder con aquella última pincelada nefasta, el “In through the out door”, que me decepcionó terriblemente, no obstante haber dejado intacto vuestro prestigio... milagrosamente.
Es que os veíais tan cansados, viejos y grotescos en él, que por un momento -allá por 1979-, pensé que me habíais traicionado. Y yo creí no tener retorno en mi sentimiento, algo agravado con vuestra siguiente obra póstuma “Coda” (a la que rebauticé “Joda”), que terminó con mi devoción ciega hacia vosotros. Pero no os preocupéis. No indagaré en ese compilado, pues me he prometido no incluir recopilaciones, ni discos en vivo, ni bandas de sonido en esta columna.

¿Qué sucedió con el instrumento rector de vuestra música? Me refiero a la guitarra, claro. En “In through the out door” lo que más preponderan son los pianos y sintetizadores. Sé que lo hicisteis con intención de experimentar hacia otras fronteras, pero, a diferencia de “Houses of the holy”, en donde las excentricidades dieron su fruto, aquí rozasteis el ridículo.
Para empezar, “In the evening”, es un rock cansado y aburrido, donde la voz de Robert suena como una vieja madama de burdel. Los sintetizadores envuelven la composición en un anacronismo desesperante. Salva vuestra guitarra, oh, gran Jimmy, la que podríais haber puesto bastante más en este disco. En general, da la impresión como que estuvisteis a varias yardas de distancia del estudio.
“South bound Suarez” es un tema shuffle-boogie que entretiene, con buena guitarra, potente batería y buena voz, siendo uno de los pocos aciertos de este trabajo. Luego viene la fantochada de “Fool in the rain”, que no creo que a ningún fan de 'Zepp' que se precie le pueda agradar esta extravagancia, donde la fatalidad general desemboca en un interminable calipso para el sarpullido. ¡Por Dios, Robert! ¡Parad ya de cantar, por las barbas de mi abuela! En esa canción lo hacéis todo el tiempo, tonta y descafeinadamente.
“Hot dog” es una tonada country pseudo rockabilly banal, mojigata, pudibunda, gazmoña y trivial, que, de seguro, os habrá hecho soltar el trapo, mas no a mí. Impropia de vosotros. Incluso oírla en vivo es sencillamente horripilante. ¡Sabedlo!

Arranca el lado B del otrora vinilo con “Carouselambra”, vuestra pretenciosa suite prog-disco, pletórica de secciones desorganizadas, con teclados inconducentes que insultan mi inteligencia. No incluyo los interludios, cuyas guitarras son algo más imaginativas que un comercial de tampones, pero la voz de Robert vuelve a cansar hasta el fastidio, por su parsimonia y desmesura. El tema es excesivo, inconsistente y ¡larguísmo!. Tal vez, con algunos minutos menos y sin ese final funky inapropiado… Tal vez… Pero son sólo teorías. No me hagáis caso. Al fin y al cabo, ya nada puede hacerse al respecto.
Para la balada archi comercial romántica “All my love”, no tengo más remedio que consultar a los programadores de alguna FM tipo Aspen acerca de por qué los colma tanto de satisfacción. ¿Led Zeppelin: melodías para ejecutivos enamorados? Pues esta cursilería da en el clavo.
Mr. John Paul Jones: vuestro solo hacia el final de esta canción es digno de Richard Clayderman. ¡Mi señor! ¿En qué estabais pensando?
Y llega la joya necesaria para salvar a este fatídico álbum del bochorno. Un número potente, profundo, si bien lento, como es “I’m gonna crawl”, pone las cosas en su justa medida: la de una buena canción. Todo lo demás no sirve, mis estimados caballeros, ya que nadie en su sano juicio recomendaría este disco a cualquiera que se inicie en vuestra música. ¡Nadie!
Qué adecuado EP habría creado yo a partir del desguace de este mal disco, en el supuesto caso de que vosotros me hubieseis dejado decidir el listing, a saber: Lado A: 1.In the evening 2.South bound Suarez. Lado B: 1.All my love 2.I'm gonna crawl. Y estoy exagerando... 
Con el resto podríais hacer buen abono para vuestros exóticos jardines. 
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Mis adorados héroes: Vuestro "zeppelín de plomo" -como alguna vez os bautizara Keith Moon-, se ha convertido en uno de plumas.
Sin embargo, os deseo bienaventuranzas eternas. Larga vida a vuestro legado. Vosotros fuisteis iluminados, amén de una de las diez bandas más gloriosas de la historia. Pero jamás olvidéis que este álbum es la excepción que confirma la regla.

Con afecto y devoción.
Vuestro eterno servidor Mecko.
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En los buenos tiempos, tenian la fiereza de un samurai,
pero en "All my love", tienen la fuerza de Air Supply.
Vamos, amigo, anímate, no seas bodoque,
cántale a tu novia esta versión karaoke.



OTRO EJEMPLAR DEL MISMO TENOR: "Coda" (1982).
ANTIDOTO: "Led Zeppelin" (a.k.a. "IV") (1971).

24/9/12

LENNY KRAVITZ - Baptism



¿Cuántas veces nos hemos topado con temas que nos recuerdan a otros ya conocidos? Un estigma que muchas veces calificamos como plagio inconsciente o directamente como robo descarado. Según las sociedades de autores y compositores de muchos países, plagio es “copia, en lo substancial, de una obra ajena, haciéndola pasar como propia”. Tal es el caso de la melodía de “My sweet Lord”, que George Harrison confesó haber hurtado de “He’s so fine”, de las Chiffons. O John Lennon, cuando le birló la cadencia de “You can’t catch me” a Chuck Berry, para su “Come together”. (Todavía está en duda si la melodía de "Femme Fatale", de la Velvet, le sirvió o no de inspiración para "Imagine"). 
Ni qué hablar de las estrofas de “Do you believe in shame”, de Duran Duran, que suenan demasiado a “Suzie Q”. O los famosos “Creep” y “Just”, de Radiohead, afanados vilmente de “The air that I breathe”, de The Hollies, y “No new tale to tell”, de Love and Rockets, respectivamente. O Deep Purple, apropiándose de la intro melódica de la canción "Bombay calling", de la oscura banda de San Francisco It's A Beautiful Day, para llevarla al estrellato como "Child in time". O Led Zeppelin, “tomando prestados” los riffs de “You need loving”, de Small Faces, para componer su célebre “Whole lotta love”, sin omitir que "Stairway to heaven" se asemeja mucho a "Taurus", de los californianos Spirit. (Por favor, no quiero olvidarme de lo que Jimmy Page le hizo a Jake Holmes, con respecto a "Dazed and confused".) O al revés, incluso, cuando Pearl Jam, mediante “Given to fly”, ultrajó la bonita balada “Going to California”, de Page y Plant. 
Y ya que estamos... “Yellow ledbetter”, de Eddie Vedder, que fue sustraída sigilosamente de “Little wing”, de Jimi Hendrix. O la armonía de cuerdas de “Bittersweet symphony”, de The Verve, achacada a tiros a “The last time”, de los Stones. O Nine Inch Nails escamoteando para “A warm place” la totalidad de “Crystal Japan”, de David Bowie. O los hiperinflados Coldplay, que enfrentan un juicio debido al tema “Viva la vida”, robado a “If I could fly”, de Joe Satriani. O Vanilla Ice, que ganó fama con “Ice ice baby”, sin pagar derechos a Queen, por desvalijarles “Under pressure”. Green Day aún busca el perdón de Dios por lo que hizo con "Wonderwall", de Oasis ("Boulevard of Broken Dreams") , con "Telephone line", de Electric Light Orchestra ("21 Guns"), y con "Doublewhiskeycokenoice", de los punks Dillinger Four ("American idiot"). Tiempo desoués, los mexicanos Panda les robarían a Green Day hasta las letras, que tradujeron impunemente. 
O Soda Stereo despojando a Ride, Metallica a Bleak House, Bee Gees a Ronald Selle, Tame Impala a Pablito Ruiz, Tina Turner a Cher, Guns n' Roses a T. Rex, Michael Jackson a Al Bano, Black Eyed Peas a Freeland y a Phoenix Phenom, Madonna a Salvatore Acquaviva, Jet a Iggy Pop, Galleon a Kylie Minogue, ésta a Donna Summer, Tizziano Ferro a Kelly Osboure, y ésta a Visage, llegando a casos insólitos, como el citado Chuck Berry, que se robaba a sí mismo los riffs de sus clásicos inmortales.
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No quiero meter más cizaña pero sepan que el mayor papelón en este sentido lo detenta Paul Simon, por haberse apropiado de la melodía andina "El cóndor pasa", compuesta por Daniel Alomía Robles en 1913 y patrimonio nacional de Perú, transformándola en "If I could", lo cual le significó no sólo un gran bochorno artístico, sino también un serio conflicto con el gobierno de ese país.
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Pero hay un individuo que no necesitó saquear riffs, ni estribillos, ni estrofas, ni posturas, ni improntas determinadas a tal o cual músico, ya que TODA SU OBRA constituye un impresionante COMPENDIO DEL ASALTO PERFECTO a las fórmulas probadamente exitosas que pudo hallar dentro del rock en 30 años de dudosa carrera. Así cimentó su triunfo Leonard Albert Kravitz, justamente en base a succionarles las ideas a varios creadores originales, entre ellos Prince, Beatles, Sly and the Family Stone y Jimi Hendrix.

Hacedor de hits indiscutidos, dueño de una magnífica voz, y guitarrista-multinstrumentista oportunista como pocos, este monarca del copy/paste utilizó retazos de lo más efectivo del hard-rock, funk, glam y pop, produciendo un suceso pocas veces visto, capaz de edificar un imperio monetario inaudito, salvo por un detalle: que como bien reza el dicho popular, “la mentira tiene patas cortas”, y es en este álbum donde el artista le vio la entrepierna a Dios. No en vano, “Baptism” tiene la portada que tiene. En ella se ve al músico nadando en la sangre de los creativos que a él le convino sorber. Y no porque sí el disco se llama “Bautismo”, pues lo más probable es que Kravitz, contrito, haya decidido bautizarse en 2004 para librarse de su enorme pecado original (¡y capital!).

Todo es débil, repetitivo e insustancial aquí, donde, a pesar de tocar Lenny casi todos los instrumentos, las buenas intenciones se esfumaron (igual que en River Plate, que cada día se asemeja más a Perú, y no tanto por su atuendo). “Minister of rock ‘n roll” es pura autoindulgencia, “I don’t want to be a star” es mera hipocresía (es fácil cantar que sólo se desea una Chevy y una vieja guitarra cuando se vive en una mansión descomunal), y “Sistamamalover” recrea en exceso la receta de Prince (¿Sexy motherfucker?). “Storm” pudre el aire con su horrendo rap, a cargo de Jay-Z, y el corte pasatista “California” apesta a duplicado de la banda Fountains Of Wayne. “Where are we running?” y “Flash” se parecen al peor Kiss en plena diarrea estival, mientras que “Calling all angels”, “What did I do with my life?”, “Baptized” y “The other side” se exhiben como sebosas baladas melodramáticas, hechas ex profeso para humedecer coños de teenagers.

Una producción digital que sólo logra que los fans pidan a gritos que Lenny vuelva a escuchar “Mamma said” y que retorne al modo analógico valvular de grabación. Aunque yo pienso que, para editar impurezas como ésta, mejor sería que Kravitz buscara un lugar en las pasarelas como modelo de alguna marca de jeans.
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Conclusión: Lenny explicó cierta vez en una entrevista para Guitar One la razón por la cual algunas celebridades no merecerían ser famosas: “Miren a esos ídolos que ensalzamos. Un montón de sujetos que no hacen más que caminar por una alfombra roja y que concurren a fiestas de alta sociedad sólo para engancharse con la gente correcta. Por eso son famosos. ¿Y para qué?”.
Lo extraño es que ESO es exactamente lo yo que pienso de él.
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"¿Hacia dónde estamos corriendo?", se pregunta Kravitz en este clip. No sé ustedes, pero yo sé a dónde corre él. Hacia la gloria de Jimi Hendrix que jamás alcanzará este émulo de todo y paladín de nada.



OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "5" (1998) ó "Lenny" (2001).
ANTIDOTO: "Let love rule" (1989).

7/2/12

JOHN & YOKO / PLASTIC ONO BAND - Sometime in New York City


¿Quién puede negar la importancia de John Lennon como figura emblemática de la música, de la cultura y de la "PAZ"? ¡Nadie! Pero dejemos esas blablablinas y blablabletas para los sitios que enseñan cómo ayudar a cruzar la calle a viejecitas indefensas, o para algún iluminado que elabora cándidos “pps” predicando sabiduría por boca de ganso y con fondo de “Imagine”. Aquí se cuecen otras habas: las del Lennon confundido, errado, displicente, demagógico y pretencioso.
Cierta vez, en los 60s, John dijo que “avant-garde es mierda en francés”, y a pesar de ello se le atribuye ser el alma vanguardista de los Beatles, injustamente, pues era Paul McCartney quien investigaba los límites de la experimentación, contribuyendo -sin nada de marketing- al progreso de esta faceta del cuarteto. Así las cosas, John, tras acercarse a la galería Indica y conocer a la resentida y fracasada artista conceptual Yoko Ono, comenzaba a darse cuenta de que el pop podía ir más allá de sus efectivas y seguras canciones. Recordemos que en esos momentos Lennon pasaba por un estado de depresión galopante y se hacía arcilla en las manos de cualquier falso gurú y, claro está, de Yoko Ono. Y ésta, ni corta ni perezosa, hizo de él su mejor y más efectiva escultura.
Por ende, John sacó a relucir sus flamantes dotes de vanguardista, abrumando a la opinión pública con rarezas indigestas como “Two virgins”, “Life with the lions” y “The wedding album”, intentos de muy mal gusto y peor resultado, que, de haber sido hechos por alguien con menos estampa, habrían quedado en la peor inadvertencia. Y ni hablar de “Revolution 9”, un capricho que manchó el Álbum Blanco (ojo, no quiero decir con esto que “Ob-la-di, Ob-la-da” lo encumbró) y que trajo consecuencias nefastas en el seno del grupo, sin olvidarnos de su empeño en incluir siempre a Yoko en las sesiones, a pesar del rechazo y la burla del resto. Tal fue su vocación experimental que, pasada esta etapa, no volvió a incursionar en esas extravagancias. 

Por tal motivo, no voy a elegir dichos discos para mi cometido, pues sería menos adecuado que afirmar que Miguel Mateos actuó con el Kronos Quartet.
Los tiempos psicodélicos caducaban y la realidad, de la mano del “mayo francés”, se volvía más belicosa y comprometida. Ya no servía de nada seguir alucinando con las cajas electrónicas del mago Alex, por lo que había que ponerse a tono. Y John dejaba de ser hedonista para acariciar una muy condimentada campaña por la... PAZ, luciendo su inconformismo en ocupaciones de cama, encierros en bolsas, recolección de bellotas y rapado de su cabello. Mientras tanto, Yoko vaciaba las arcas de Apple consumiendo toneladas de genuino caviar ruso.
Luego del fracaso del pacifismo, John y Yoko decidieron radicarse en EE.UU., pero ante la negativa de las autoridades locales de concederles visados, John se volvió un iconoclasta social irritando a las instituciones al apoyar actos políticos contrarios a la administración Nixon. Esto le valió persecuciones de la CIA, hasta que, en 1974, con la caída del citado presidente, llegó la esperada victoria para el matrimonio y el gobierno yanqui dejó al ídolo en "PAZ".
Con el nacimiento de su hijo Sean Ono, Lennon se convirtió en un ama de casa abnegada y, como era de prever, abandonó toda agitación, comenzando a viajar por todo el Mundo bajo estricta supervisación de su esposa, alejándose de las malas vibras e intentando encontrar algo de "PAZ".
Una vez más, el aburrimiento de millonario lo agobió y decidió volver con un álbum destinado a un público menos rockero que el de Bruno Gelber, pero que cosechó sus lauros, más que nada, por la espera de cinco años sin nada nuevo.
Lamentablemente, un Don Nadie mal nacido puso fin a su vida el 8 de diciembre de 1980.
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Luego de grabar dos discos notables, y en plena etapa combativa, John publicó en 1972 su trabajo más execrable, el inaceptable álbum doble “Sometime in New York City”, donde hace gala de su actitud más panfletaria, llenando la obra con torpes letras políticas y pálidas canciones para una ineluctable náusea. La mitad del repertorio, cantada por Yoko, llega al punto culminante con el insufrible griterío de “Don’t worry Kyoko”, una crueldad que dura hasta el Juicio Final, más otras porquerías indescriptibles, como la colaboración con Frank Zappa llamada “Scumbag”, las atroces “We’re all water” y “Jamrag”, y la hipócrita “The luck of the irish”, que dan ganas de ir a dinamitar la torre Dakota.
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En resumen: El disco de estudio tiene sus escasos momentos de lucidez, con Lennon intentando hacer algo de buena música, pero el volumen en vivo, llamado “Live jam”, es un vilipendio merecedor de la orinada más copiosa. (Give PISS a chance!)
Sigan mi consejo: filtren el elogioso himno feminista “Woman is the nigger of the world”, la bella balada country “John Sinclair” y el pegadizo rock “New York City”, y arrojen el resto a las llamas, para su purificación, para el buen nombre de John Lennon -que en "PAZ" descanse-, pues ésta es, sin dudas, la peor manera de acercarse a su obra solista.
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No me malentiendan, pero yo prefiero un solo de triángulo de Linda McCartney antes que este abuso nipón emperifollado con parvas de horror e impunidad llamado "We're all water". ¡Maldita bruja! ¿En qué convertiste a John?


OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "Unfinished music No. 1: Two virgins" (1968), "Unfinished music No. 2: Life with the lions" (1969), "Wedding album" (1969) ó "Heartplay: Unfinished dialogue" (1983).
ANTIDOTO: "John Lennon / Plastic Ono Band" (1970).

21/10/11

VAN HALEN - Van Halen III




La agrupación yanqui más rimbombante de todos los tiempos, dueña absoluta de todos los récords de ventas, de permanencia y de... DESTREZA. Semillero de verdaderos acróbatas y temerarios de la pista circense más dinámica y estimulante de las últimas tres décadas. Por eso, hoy no hablaremos de seriedad, ni de sobriedad, sólo de un concepto: la alta pirotecnia, y de un género único: el gym-metal.

Nada de poses malignas, ni de oscuros senderos de algún bosque congelado noruego. Acá, únicamente fitness, energía y carretillas repletas de verdes y frescos dólares. Tantos como para pagar las mejores groupies del mundo, los desmanes en hoteles, y para construir la más grande piscina en forma de guitarra que se haya visto (hay que ver el trampolín que hace de palanca).
¿Quién puede decir que un show de Van Halen no es entretenido? ¿Quién puede dejar su cuerpo quieto al escuchar “Panama” o “Hot for teacher”? ¡Hey! ¡Dije que no! No es el día para hablar de calidad o profundidad. Esto es puro rock bulto a la yanqui, insisto. Y déjenme sentir, por una única vez, pura adrenalina y sensación física. Quiero bailar, quiero saltar, quiero volar por el aire, quiero…

¡Sesudos del rock! Aléjense de esta banda. ¿Qué? ¡Dejá de hablar ya, vos, fan de Radiohead, que no estamos en una biblioteca! Esto es un vestuario donde se preparan para entrenar cuatro superestrellas que van a batir sus propias marcas de salto en alto.
¿Hay algo más excitante que irse de juerga con un playboy como David Lee Roth? ¿Se puede no afirmar que Eddie Van Halen es el David Copperfield del ‘tapping’, que Alex en la batería es un espectáculo aparte, y que Michael Anthony… bueh... es el tipo que desentona por completo, cuya imagen está más emparentada con el sindicato de los matarifes que con una banda de arena-rock? Claro que no es culpa de Anthony. Es que simplemente le tocó estar con tres de los tipos más facheros del rock and roll.

¿Importó acaso que David haya abandonado el equipo en 1985? Otro acróbata más elástico que él ocupó el rol de cantante. ¿Cómo? ¿Que Sammy Hagar es un payaso de circo? ¿Y de qué estamos hablando, boludín?

Los mejores años de la banda los detenta David, pero Sammy se la bancó por mucho tiempo, editando con sus compañeros equilibristas un bodrio tras bodrio que, sin embrago, a la hora de la facturación, resultaban tan efectivos como las aclamadas ‘biblias’ de la era Roth.
Encima, en 1996, Sammy Hagar era echado a patadas del grupo, y el nuevo vocalista-trapecista-malabarista-atrapa balas de cañón (ver la tapa) resultaba ser…

Damas y caballeros… Con ustedes… ¡El hombre sin talento! ¡Gaaaryyy Cheeeroneee!
Si, Gary Cherone, ex-Extreme, tal vez la única banda de metal de la que se tenga memoria que pasó a la historia por haber tenido un único éxito consistente en… ¡una balada acústica! Me refiero a “More than words”, coincidentemente, un lento muy apetecido por los frecuentadores de gimnasios.

Así las cosas, el resultado de este “Van Halen III” fue catastrófico. Un desastre comercial sin precedentes, que hizo que los fans, que habían aborrecido en su momento a Hagar, imploraran por su regreso. Es que Cherone, a pesar de su potente voz, no era aquel de Extreme, sino una burda parodia gritona de sí mismo, no encajando en absoluto en el formato de 'gym-metal'. Y sin un buen domador de leones al frente del grupo, la carpa se desplomó, igual que este álbum para el vómito perpetuo, donde todo el grupo suena como si fuera su propia banda tributo, pero de tercera categoría.

Comenzamos este desguace con la edulcorada intro pianística “Neworld”, sigue “Without you”, que es un mala fotocopia de cualquier canción del álbum “1984”, “One I want” intenta ser buena, pero las letras de Cherone la arruinan, “From afar” es el único tema que funciona como una unidad, “Dirty water dog” fue devastada por Eddie con su caprichosa insistencia de mezclar efectos de cítara en un solo rockero. Con respecto a “Once”, el guitarrista decía que quería componer un tema que fuera igual de bueno que “Red rain”, de Peter Gabriel. Bueno, pues lo logró, copiándola nota por nota. “Fire in the hole” contenía todos los ingredientes para ser una buena canción de rock, pero fue inutilizada por una pésima producción. “Josephina” apesta a mediocridad, “Year to the day” es la parte 2 de “Feelin’”, del álbum “Balance”. “Primary” es otra intro donde se vuelve a abusar de las cítaras truchas, “Ballot or the bullet” quedó arruinada por las letras de Cherone, y “How many say I” no es sólo la peor canción de Van Halen, sino la peor canción jamás compuesta por banda alguna.

Este fue el último álbum grabado hasta la fecha por el grupo. Un final indigno, pero... no todo está perdido. ¡David Lee está de regreso! Y Wolfgang Van Halen, el hijo de Eddie, de 17 años, es el nuevo bajista. ¿Estaremos salvados?
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En síntesis: A falta de animales en los circos modernos, buenos son los acróbatas. A falta de buenos discos en la carrera de Van Halen, buenos son los libros.
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"Without you" es lo que elegí,
cuyo video nos mata de frío.
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ary Cherone suena baladí
y
nos hace el cuento del tío.


OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "OU812" (1988) ó "Balance" (1995).
ANTIDOTO: "Van Halen" (1978).

20/4/11

THE OFFSPRING - Splinter


Para cualquier fan de la otrora estimulante banda de punk alternativo de Orange County, California, que disfrutó con “Ignition” y “Smash”, que asimiló el cambio de “Ixnay on the hombre” y “Americana”, y que hizo de tripas corazón la escucha del álbum “Conspiracy of one”, éste disco representa el mejor motivo para pasarse a las filas de Blink 182, mal que le pese, pues las canciones de “Splinter” son tan detestables que nobleza obliga a pensar que estos “chicos”, ya bastante maduros, compusieron el material aquí obrante bajo presiones de su nuevo sello. De momento, la nobleza me la guardo en el bolsillo, y reencauso mi opinión a creer que realmente se les acabó el talento de manera definitiva, y que lo del sello bien podría ser una simple excusa para vomitar una obra sin la más mínima redención. Este disco es una vergüenza. Transmite peligrosas bacterias de comodidad, de jubilación anunciada, de paquete accionario de MTV, de falta total de fuerza y destreza, de excremento de zarigüeya descompuesta, de leche de cabra raquítica, y de divorcio inmediato de los valores más elementales de ese malogrado y vilipendiado género intitulado punk rock.
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Francamente, me cae muy mal escuchar a cuatro tipos que promedian los cuarenta cantar canciones acerca de resacas (“The worst hangover”). ¡Dejen eso para las bandas nuevas, que al menos las padecen en serio y nos podrían contar anécdotas un poco más originales que ustedes! Lo mismo ocurre con estupideces como “Da hui”, donde Dexter Holland, sobre una repetición incesante de riffs mogólicos, a cargo de Noodles, cita 25 veces la palabrita ‘fuck’, ganándose de ese modo la leyenda ‘Parental Advisory’ en la tapa, y sumando un puntito más en la estrategia lucrativa de aparentar ser aún hoy una banda cruda y desobediente.
Los singles destacados del álbum fueron el exitoso “Hit that” (un calco intencional de “Original prankster”) y "(Cant get my) Head around you”, que, en cambio, fue un fiasco comercial. Todo lo demás es la grasa que se le corta al churrasco más delgado de la peor crisis de desabastecimiento. Josh Freese fue el baterista que reemplazó a Ron Welty en este disco, pero yo pienso que se tendría que haber reemplazado a la banda entera, pues, quienes quieran que hubiesen ocupado sus puestos, no habrían podido realizar un álbum más decepcionante y menos atractivo que “Splinter”. No faltarán las voces que clamen que la culpa de todo la tiene Freese. Los seguidores más acérrimos suelen hacer esas cosas, ¡y yo me desayuno con gente así!

Con justa razón, al desastre creativo y de ventas de “Splinter”, le siguieron cinco años de sequía discográfica, hasta el siguiente fiasco “Rise and fall, rage and grace”. Todos pensábamos que éste contendría la canción "Pass me by", que fue eliminada de “Splinter” por ser considerada demasiado heavy para el estilo del álbum, pero se ve que se retractaron a tiempo. Y está todo dicho… ¿Qué queda entonces para destacar de esta porquería destinada a la indiferencia? ¿La tapa? No, porque The Offspring podría habérsela cedido a Dream Theatre, quienes seguro hubieran hecho algo más digno que esta abominación. Yo creo que el ‘Parental Advisory’ que figura en la tapa, en lugar de referirse a las imbéciles letras que pueblan este disco, debería alertar de los peligros que resultan de la audición del mismo, ya que esto puede traer terribles e inevitables deseos de:
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• Vaciarle un cargador de Magnum 357 en la nuca a Cristian U, de Gran Hermano.
• Atar el pelo de Viviana Canosa al paragolpe de un Chevrolet 1947 y arrastrar su cuerpo unos 600 metros.
• Vaciar 26 bidones de ácido sulfúrico en el único manantial de agua potable que posea una tribu de sedientos habitantes de Etiopía.
• Gastar todos tus ahorros en una campaña de regreso del Dr. Fernando de la Rúa.
• Pasar toda una noche con Luis Majul hablando de los peligros del éxtasis.
• Apretar a un canario con una morsa y obligarlo a revelar la ubicación de un tesoro escondido.
• Escuchar un mp3 completo de los españoles Mägo de Oz, con sus bonus.
• Hacerse atar con una soga gruesa y mirar un extenso compilado de Jenna Jameson, sin la menor posibilidad de tocarse.
• Formatearle el disco rígido a tu chica/o sin haber salvado nada previamente.
• Rociar con nafta común cada uno de los árboles del Parque Nacional “Los Alerces” y hacer un asado al pie de uno de ellos.
• Pasearse por Villa Crespo con una remera de Hitler y la leyenda “Yo lo votaría”.
• Dejar a una mujer sin piernas toda una noche encerrada en una zapatería fina.
• Aprovecharse de algún usuario de Facebook que haya dejado su sesión abierta en un cyber, para insultar en nombre suyo a todos sus amigos.
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Síntesis: Por todo lo expuesto, está en la conciencia de cada uno la posesión y escucha de “Splinter”. Quedan ustedes notificados.
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A continuación, un video casero de "Da hui". ¿Algo para acotar? Ah, sí... Fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck, fuck y fuck. ¿Conté bien? Sí, son 25. Ahora, a otra cosa, surfer rosa.



OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "Conspiracy of one" (2000) ó "Rise and fall, rage and grace" (2008).
ANTIDOTO: "Smash" (1994).

2/12/10

COLDPLAY - X&Y


En 2005, Coldplay era un amable grupo de guitarras y piano -a lo Travis- que venía de editar dos obras iniciales meritorias en las que interpretaba encantadoras canciones no aptas para diabéticos.
Todos se frotaban las manos pensando en un compilado suyo que incluyera hits como “The scientist”, “Yellow” o “Don’t panic”, y así ahorrarse el descarado relleno que abunda en “Parachutes” y “A rush of blood to the head”, discos que no me transmiten nada, fríos e impostados, pero con evidentes aciertos mercadotécnicos.

Para el tercer intento, Chris Martin, muy convencido de sus cualidades de inagotable compositor, e intentando ir más allá de sus edulcorados singles que todavía cautivan a amas de casa, ejecutivos y adolescentes con acné, sacó del closet “X&Y”, un disco que ya sonaba acartonado y paquidérmico antes de su edición. Con nada nuevo que decir y no contando siquiera con las 3 o 4 canciones de turno que apuntalaban sus primeros trabajos, los muchachos se dedicaron a llenarlo de sobreproducción para que los eternos insípidos complacientes dijeran: “Guau… Esto es una obra maestra”.

“Square one” abre el disco grandilocuentemente, lo cual me hace descender la presión arterial a 8/5. La canción es un dechado de lugares comunes a granel, unos aaahs por aquí, unos ooohs por allá, siempre calcando a U2, pero sonando como el peor Bon Jovi.
”What if” es una balada estéril, atiborrada del omnipresente piano, que siempre presagia que va a pasar algo, que va a surgir algún estribillo de la galera, mas nada de eso sucede, porque en el camarín de Coldplay no hay galeras, ni ninguno de ellos es mago. “White shadows” nos despierta tras el desatino anterior, consiguiendo, con su sonido ‘bigger than life’, salvar de la mezquindad el inicio del álbum. De momento, lo más rescatable de “X&Y”. Un correcto tema que debería durar 3 minutos pero que se estira al doble. El último segmento, al estilo litúrgico, me da ganas de quemar iglesias, a lo Varg Vikernes.
“Fix you” es una vulgar y prefabricada balada onanista que, una vez más, intenta conmover con el falsetto, pero que nunca se eleva por encima del medio pelo, con uno de los estribillos más bochornosos que recuerde. A su lado, “Say you, say me” es una obra maestra. Teñida de gigantismo por todos lados, esta tonada, de escasos 2 minutos, parece durar 20, con un crescendo épico que nos anuncia, cual paquete promocional, que esta es LA canción del disco, pero que queda mejor como jingle de medicina prepaga.
En “Talk” no hay nada más que el fraseo de “Computer love”, que alquilaron a Kraftwerk. Sin embargo, esta versión es bastante menos fósil que la que circulaba en la net, lo cual es un cumplido, teniendo en cuenta que Coldplay es un grupo ideal para dormir lobos hambrientos.
“X&Y” es otra baladita de 5 minutos que hace que las peores canciones de Keane parezcan de Julian Cope. Me cuesta imaginar que alguien la escuche regularmente, pues los oídos supuran con tanta puerilidad marca Robbie Williams.
“Speed of sound” no sólo está basada en un tema de Kate Bush, sino que es un autoplagio de “Clocks”, de su CD anterior, irradiado hasta la náusea en supermercados, funerarias, buses de larga distancia y hasta en el lavadero de mi concuñada, por lo que pagaría por no volver a escucharla. Eso sí, en un disco como éste parece inapreciable.
“A message” intenta recuperar el espíritu de la banda, no obstante, al tratarse de otra baladita insufrible (y van… ¿cuántas?), no cuaja ni en Radio Disney. Cinco minutos más de oprobio que desembocan de nuevo en el formato acústico. ¡Vamos, Martin, todavía!
“Low” empieza más festiva, con estrofas ampulosas e intención de trascendencia, dando la sensación de que quizás esta vez sí ocurra algo. Falsa alarma, y “Low”, pese a la interpretación de Brian Eno, sigue los pasos de sus hermanas (Reconozco que ya se me hace muy difícil seguir escuchando este protervo pastiche. Debería comentarlo en tres o cuatro posteos, para evitar el retorcijón perenne.).
“The hardest part” es la única canción del disco que se podría tararear en un andamio. Un balón de oxígeno que me anima a seguir adelante con determinación. Dura un poquito más de lo que debería, pero a estas alturas tampoco hay que pedir milagros.
“Swallowed in the sea”, “Twisted logic” y el track oculto “+” (alias “Til kingdom come”) son los últimas tres composiciones sin sentido, sin gracia y sin melodía que contiene esta obra con Alzheimer creativo. Catalogarlas de relleno sería un despropósito, ya que todo el nocivo “X&Y” lo es.
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Síntesis: Este disco es más falso que billete de 8 dólares y menos sabroso que suflé de vaselina, dura la friolera de una hora y no contiene una sola canción notable. Por tal, pregunto: ¿alguien -exceptuando propietarios de casas de fin de semana con ropa elegante sport- puede seguir escuchando esto hoy en día?

Para apuntar: La Argentina es el país con más usuarios de pantalones pinzados por km2 del mundo.
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"Could it be worse?", se pregunta Chris Martin en esta versión con letra de "Fix you". Claro que podría ser peor, mister Autofotocopia. Basta con escuchar tus siguientes discos para aseverarlo con toda seguridad.



OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "Viva la vida or Death and all his friends" (2008) ó "Leftrightleftrightleft" (2009).
ANTIDOTO: "Parachutes" (2000) y el compilado más cercano a tu domicilio.

11/9/10

JETHRO TULL - Under wraps


¿Cuántos Aries se necesitan para cambiar este disco?
R: Sólo uno, pero se requerirán muchas horas extra de grabación. Como los Aries son tan bestias, todo lo hacen puré.

¿Cuántos Tauro hacen falta para cambiar el mismo disco?
R: Ninguno. A los Tauro no les gusta cambiar nada y sus actividades favoritas son comer y descansar.

¿Cuántos Géminis se necesitan para que cambie el disco?
R: Dos, claro. Van a tardar hasta fin de año, pero cuando terminen, el maldito disco va a servir como frisbee, va a cortar metal, va a tener una función social y hasta sonará como a ellos se les cante.

¿Cuántos Cáncer se necesitan para cambiar este disco?
R: Sólo uno, pero éste tendrá que pasar tres años en terapia para sobrellevar la terrible pérdida por la desaparición de la versión original.

¿Cuántos Leo se precisan para cambiar el disco?
R: “¿Qué? ¿Estás loco? Un Leo no cambia discos”. Buscará el sonido de álbumes consagrados que logren ambientar su presencia en el escenario mientras sus fans lo aclaman.

¿Cuántos Virgo se necesitan para cambiar este triste disco?
R: Veamos... Uno para escucharlo, otro para tomar nota de cuándo se arruinó la propuesta inicial y la fecha en que fue grabado, otro más para preparar con mucha pulcritud la nueva sesión, y diez más para remodelar el estudio donde se remasterizará, por todas las imperfecciones que se oyen.

¿Cuántos Libra se requieren para cambiar el mismo disco?
R: “Bueno... En realidad no sé, pienso que primero deberíamos ver si de verdad está tan mal. Tal vez sólo uno, si fuera un álbum corto... O dos, si el técnico no tiene química con el artista, o tres, si...” ¡Decisión, Libra!

¿Cuántos Escorpio son necesarios para cambiar el disco?
R: “¿Por qué querés saberlo? ¿Sos policía vos? ¿Y yo qué hice? ¿Y por qué lo tengo que cambiar? ¿Qué tenés en mi contra? Está bien, lo voy a hacer. Total, mi opinión no cuenta. Pero no importa, igual yo te quiero mucho”… etc. etc. (Y te va a manipular y a hacer sentir tan culpable que terminarás grabándolo vos.)

¿Cuántos Sagitario se necesitan para cambiarlo?
R: “Existe un orden universal, el sol brilla, la vida es un misterio… Aún no sabemos qué fue primero, si el huevo o la gallina... ¿Y vos te preocupas por cambiar un simple disco?”

¿Cuántos Capricornio se necesitan para cambiar el maldito disco?
R: Ninguno. Los Capricornio no cambian discos, a menos que sea un buen negocio.

¿Cuántos Acuario se requieren para cambiar este disco?
R: Van a aparecer cientos de acuarios, todos compitiendo para ver quién será… ¡el único en lograr la buena música en este mundo!

¿Cuántos Piscis se necesitan para cambiar el mismo disco?
R: “¿Cómo? ¿Qué el disco no es bueno? No me di cuenta. Con razón estaba distraído. No, no tengo por qué aterrizar, si estoy bien así. ¿Y se puede saber de qué disco me hablás?

Acá no hay cambio posible, pues nada podrá enmendar este paradigma del improperio cultural que cometió la banda insignia del más sobreproducido rock progresivo.
Una sola cosa les pido, amigos. Sean del signo zodiacal que les haya tocado en suerte, por todos los astros que nos rigen, por el respeto que nos profesamos, por el sol que nos ilumina, por sus seres queridos, por la vida misma, y por lo que más aprecian: NO SE ACERQUEN A MENOS DE 17 KM. DE ESTA PAPARRUCHADA.

En la historia de la música existen álbumes malos, existen álbumes pésimos, y también existe “Under wraps”. Esta obra tiene menos valor que la salmuera que conserva el último picle del frasco. Por otra parte, no alcanzarán las lágrimas de 1000 penitentes para redimir este infortunio, ya que, mediante este descalabro, la pierna antes erguida de Ian Anderson fue amputada sin anestesia, la buena flauta se convirtió en termómetro rectal, el folk y el blues desaparecieron en un pozo ciego insondable, y las guitarras fueron donadas a Cáritas.
Todo para dar cabida a una vil añagaza de baterías electrónicas utilizadas de la manera más timorata, sin olvidarnos de la exorbitante maraña de sintetizadores que rige en este monumento al disgusto ochentista, el peor álbum de Jethro Tull, y que dio lugar a que Anderson se dedicara de lleno a la cría de salmones.

No siempre la actualización es sinónimo de evolución, sobre todo si se mezcla synth-pop con anacrónicas muecas sinfónicas. Creo que hay artistas que, con tal de verse rejuvenecidos, pueden hacer más el ridículo que Horangel moderando una convención de otakus.

Ya puede Pendragon interpretar su mejor ska, ya puede Marillion componer su definitiva balada en italiano, y ya puede IQ arreglar su más ilustre bachata, que lejos estarán de empatar en absurdo esta pérfida muestra de la electrónica más desacertada que se haya visto en nuestra galaxia.
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Horóscopo final: AMOR: Con este disco no conseguirán pareja. SALUD: Esta obra los volverá impotentes. TRABAJO: No hay puesto disponible para los que aman este álbum. DINERO: Sólo el que obtengan por la devolución de “Under wraps”. ¡Suerte!
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"Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda."

(Gabriela Mistral)


OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "Rock Island" (1989) ó "J-Tull dot com" (1999).
ANTIDOTO: "Thick as a brick" (1972).

11/4/10

HOLE - Nobody's daughter


Mi eterna y amada Mirna:

Aún puedo recordar tu rostro rubicundo y el contorno de tu cabellera azabache contrastando con los rayos del tenue sol del atardecer. Esas dichosas horas que pasábamos en aquella colina eternamente verde, oyendo las vergonzantes melodías que emanaban de nuestro estéreo portátil. Y aquellos graciosos comentarios recurrentes tuyos que acompañaban esas canciones repetitivas, que yo festejaba siempre con renovado deleite, mientras te acariciaba un hombro.
Me viene a la memoria la vez que me confiaste que odiabas las barbas tipo candado, mientras escuchábamos a Mudhoney. ¿Recuerdas que llevábamos de excursión los peores álbumes de grunge, sólo para reírnos de ellos durante horas? Nos mofábamos señalando que no le dábamos mucha vida al estilo, que David Geffen y la MTV se lo comerían crudo, del disco “Big top Halloween”, de Afghan Whigs, de “Full size boy”, de Bivouac, de “Freak show”, de Silverchair, y, en general, de toda la obra proveniente de esa pandilla de leñadores clase-B de la costa noroeste norteamericana, que se deprimían en su hastío de pueblerinos, repletos hasta la médula de speed barato y mala mezcla de glam-rock y post-punk. En cierta oportunidad, casi perdimos el sentido cuando escuchamos a Candlebox y Fecal Matter. Nos moríamos de risa, mi cielo, aunque hoy esa expresión suene aterradora y falta total de sentido.
Claro... Sobre todo nos desternillábamos con Hole, y sin tapujos, de la “viuda del grunge”, la reina de ese soso género llamado “riot grrrl”, la oportunista y mediocre cazafortunas de Courtney Love. Eran los primeros noventas, ¿te acuerdas? La época en que ella destruía a Nirvana y…

Ah, ¿pero qué habría dado yo a cambio de que ese tiempo pudiese permanecer eterno? ¿Quién no querría entregarlo todo para volver aunque más no sea por escasos minutos a aquel período de total regocijo? Sin embargo, hoy, a casi dos décadas de aquellos apacibles e inalcanzables momentos, me encuentro aquí, en este decrépito cementerio, contemplando melancólico tu impasible sepulcro, rogando al Cielo que vuelvas ahora mismo a contarme por enésima vez cuánto te enfurecía esa gente que escribe sus mochilas negras con Liquid-Paper.

Te fuiste hace una semana, luego de tantos años de felicidad que se me hicieron tan exiguos, y aún no salgo de mi asombro. Fue en nuestro departamento donde sucedió lo impensado. Yo te recalcaba en todo momento que éramos personas maduras y que “ya no estábamos para esos trotes”. No puedo entender por qué razón te empecinaste en conseguir -vía Soulseek- los temas aún inéditos del nuevo disco de Hole. ¿Hacía falta? ¿Todo por querer revivir los tiempos de carcajada continua que vivimos en aquella colina? Sí, está bien que Courtney no había editado un disco de Hole en doce años y que te morías por saber de qué se trataba. ¿“Morías”, dije? Claro, ¡y vaya si lo hiciste!, pues literalmente te moriste de risa, cariño.

Ya de entrada sonreíste al ver que “Nobody’s daughter” reproducía las imágenes de las reinas decapitadas María Antonieta y Ana Bolena, reafirmando el costado sangriento de la ex-diva, a quien se le atribuye haber tenido algo que ver con el trágico final de Kurt Cobain. “¿La decapitará la crítica?”, bromeabas.
Y escupiste el vino antes de una fuerte risotada cuando leíste que Billy Corgan y Linda Perry (productora de Kelly Osbourne) estaban involucrados en la fabricación de esta estafa repleta de estudiada distorsión.
Pero luego, con el transcurrir de canciones jocosas con títulos tan ridículos como “Skinny little bitch”, “Someone else’s bed”, “Never go hungry” y “How dirty girls get clean” (¿son autobiográficas?), te fuiste sofocando, incapaz de detener tu jolgorio. Es que esos temas, llenos de falsa insolencia y repletos de dinero fácil, no convencían a nadie.
“Si Courtney hubiese editado esta broma como solista, vaya y pase, pero haberle puesto la etiqueta de Hole es demasiado grotesco”, clamabas, cada vez más lívida, por la falta de aire.
Casi terminando el disco, y luego de tanto frenesí, alcanzaste el paroxismo, viéndote como una poseída, y entonces fue demasiado tarde: perdiste el equilibrio y caíste fulminada a la alfombra.

Un rictus sardónico quedó impreso en tu rostro y así quise que te velaran, pese a que tus padres me fulminaron con su mirada de desaprobación, pretendiendo componer tus facciones para el cierre del ataúd.
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Epitafio: Adiós, vida mía. Sí, ríete por toda la Eternidad, pues yo no volveré a hacerlo.
Juro que cuando vuelva a formar pareja, lo haré con alguien que no se mofe de la música. No podría soportar de nuevo lo que ocurrió contigo. Y créeme que empezaré a escuchar cosas mucho más serias. Al respecto, alguien me sugirió el último álbum de Alice In Chains, aunque otro me alertó que con eso me reuniría contigo en menos de lo que cante un gallo.

Mientras tanto, en algún lugar de Los Angeles, Courtney Love se ríe de esta carta. (Se ríe con ganas.)
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Los adolescentes ya crecieron y los viejos seguidores de Hole ya están muertos o agonizando. Entonces ¿a quiénes se les podría vender esto?



OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: no hay.
ANTIDOTO: "Live through this" (1994).

18/3/10

SID VICIOUS - Sid sings



Voy a iniciar esta temporada evocando a Gary, el chico genio de Filadelfia, que quería tener muchos amigos, pero que, debido a su gran inteligencia, terminaba siempre ahuyentándolos. Ya a los 14 años, Gary era un prodigio informático, solucionando problemas de low-level programming, mientras escuchaba a Matching Mole, György Ligeti y Anekdoten. Sin embargo, sabía que mientras las corporaciones lo perseguían con afán, su número de amigos nunca pasaba de cero.
Cierto día, su desesperante soledad lo llevó a querer reducirse la capacidad intelectual a fin de lograr algo de aceptación. A partir de allí, se sometió a diversas neurocirugías que le fueron quitando masa encefálica hasta hacer peligrar su raciocinio más básico, no obstante, la admisión en su grupo de pertenencia iba en aumento, pese a que su otrora exquisito gusto musical se había deteriorado hasta llegar a niveles infrahumanos.
El oído de Gary pasó por varios estilos, que descendían en categoría conforme se iba descerebrando. Así, atravesó momentos de indie, hard-rock, pop, reggae y power metal, sin omitir profundos acercamientos al reggaetón y la movida latina, ya en su total decadencia pensante.
Completamente vacío, se mudó a las montañas de Carolina del Norte, compró una escopeta, un sombrero de paja, un jean enterizo y comenzó a desperdiciar su tiempo mordisqueando pastos y disparándoles a las incautas perdices que atravesaban el condado. La vez que liquidó al caballo del gobernador, fue llevado a un manicomio, y es allí donde reside en la actualidad.

Gary: - Sí, ya sé que ahora soy un verdadero imbécil, pero no me importa. Tengo 6.343 amigos en Facebook, donde además poseo mi granja virtual. Perdí mi capacidad para discernir lo sublime de lo pésimo, pero ya no estoy más solo. Soy feliz, aunque lo único que pueda entender sea “Sid stinks”. (?)

“Sid sings” es el más importante álbum emanado del intérprete con menos IQ de la historia de la música. Pero veamos por qué fue de la preferencia final de nuestro Gary.
En este disco atroz, casi un bootleg, se oyen, con un sonido deplorable, varios covers irrespetuosos e inmaduros, destacándose “I wanna be your dog” (Stooges), “Stepping stone” (Monkees), “Chinese rocks” (Heartbreakers) y “Something else” (Eddie Cochrane), además de una versión muy amateur (aunque simpática) de “My way”, que está puesta aquí como un cuadrado dentro de un triángulo.
El artista no sólo hace el ridículo constantemente, sino que irrita con su actitud deleznable, mucho más que en Sex Pistols, banda a la que Sid no debió haber ingresado jamás, siendo que dejó un único disco oficial de intachable factura: “Never mind the bollocks”, obra fundamental del punk-rock, pero que debió conservar al sensato Glen Matlock, autor de varios de sus tracks, un factor que podría haber asegurado la continuidad del grupo.
Vicious le canta a un puñado de catatónicos en plena festichola, con una voz desconcertante, secundado por un grupo de apoyo que podría haber sido financiado por Matlock, en venganza por su injusto despido del combo londinense (No quedaba muy punk que éste dijera que amaba a los Beatles.). ¡Bien que lo fueron a buscar, 19 años más tarde, para el infame “Filthy Lucre Tour”!

Si Simon John Ritchie (alias ‘Sid Vicious’), hombre de minúsculo talento, cuya máxima influencia instrumental bien pudo haber sido Stu Sutcliffe, no fue una leyenda musical, sino únicamente un icono fortuito de su generación (además de un completo inútil, masoquista, cobarde, ladrón de jubilados, traficante, adicto incurable e imprevisto asesino), ¿qué sentido tuvo la edición de “Sid sings”, más allá de documentar una patología? Un descalabro que no aporta nada, salvo alimentar con mucho morbo un mito absurdo en sujetos semi-fronterizos, por parte de un triste MAMARRACHO, cuyo único mérito fue tener algo de carisma.

"Sid tocaba tan mal que teníamos que poner a uno de los roadies detrás de los altavoces para que tocara su parte de bajo", aseguraba Malcolm McLaren (su titiritero) en una entrevista con el Evening Star. En otro reportaje, Lemmy Kilmister declaraba que “intentar enseñar tocar el bajo a Sid fue una de las experiencias más frustrantes de mi vida”. Se ve que el tipo no era precisamente un genio. Lemmy también afirmaba que Vicious vendía LSD en los conciertos de Hawkwind. (¿Un pasado hippie? No me extrañaría de un espécimen tan errático.)

HOY QUIERO QUEDARME CON LA IMAGEN DE SID BAILANDO POGO EN EL ROXY… DESPUÉS DE TODO, ERA LO MEJOR QUE SABÍA SABER.
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Prescripción: Cuántos usuarios de redes sociales se desesperan por tener muchos amigos y, casi inevitablemente, el camino para ello es descender mentalmente. Si en verdad quieren seguir los pasos de Gary, pero desean obviar costosas y riesgosas operaciones cerebrales, escuchen este álbum unas veinte veces. Resultado garantizado, pero… ¡nada de intentar escuchar después a Slint o Battles!
Con lo único que podrán es con Tokio Hotel.
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Aquí tenemos a Sid bailando "Someone else" como la marioneta que siempre fue. Me encantó esta versión del ícono punk realizada con SIMS 2. No me extrañaría verlo algún día en Playhouse Disney bailando con Phineas y Ferb.


OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "Love kills NYC" (1985), "Never mind the reunion, here's Sid Vicious" (1997) ó "Better (to provoke a reaction than to react to provocation)" (1999).
ANTIDOTO: "Too fast to live..." (2004).

9/12/09

NUEVA SECCION: "Los Peores Demos"

En este espacio vamos a analizar a aquellos artistas emergentes que, en vez de haber nacido con estrella, nacieron estrellados. Esta sacrificada sección se irá ampliando a medida que recibamos más material pérfido emanado de lo peor de nuestro semillero vernáculo.
Importante: A pesar de que los lectores pueden enviarnos material referido a este tenor, no se aceptarán pedidos de quienes quieran hundir exprofeso a sus bandas y solistas rivales. La inclusión de cualquier artista en este rincón será únicamente a criterio de la redacción de Los Peores Discos.
Damas y caballeros: esto es... LOS PEORES DEMOS (Dios los cría y el viento los amontona).
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LA GOLOSA - Rocanrolocura

Comenzamos, como no podía ser de otra manera, con una bandurria del Oeste del Gran Buenos Aires. Como su nombre lo indica, estos recalcitrantes púberes, oriundos de Haedo, hacen un escatológico rock barrial con claras influencias de los Rolling Stones, Viejas Locas, el peor AC/DC y algo de los Redondos (¿cuándo no?). Guitarras previsibles, bajos desafinados, una horrenda voz de típico botellero con megáfono "en corto", ritmos sub-oligofrénicos y remanidas letras suburbanas -que mayormente versan sobre cómo conseguir "pala" en tiempos de escasez- que no agregan nada a lo ya escuchado mil veces en este tipo de géneros vacíos de arte, conforman un demo ("Rocanrolocura") de 6 temuchos, en el que el dinero invertido hubiese sido mejor destinarlo a obras de caridad. Su corte de difusión es "No me das diverción" (con "c", se los juro), o podríamos llamarlo "I can't get no (Satisfucktion)", versión "plan social". ¡Y lo peor es que estos hijos de frula sueñan con llenar Vélez algún día!
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GRACIAS GLAM - Aplastando a los aristócratas

De Pergamino -la tierra de los Pomar- nos llega este grasiento CD-rom, con etiqueta impresa en ink-jet, al igual que su espantosa tapa. La banda, a pesar de su denominación ambigua (gracias = grasas), hace una música que no está ni en un millón de años a la altura de su imagen, mal calcada de The New York Dolls. Todo lo contrario a los quintetos de jazz, que hacen decorosa música académica detrás de nombres de mierda, estos micos de quinta juegan a ser una mezcla indigesta entre Bon Jovi, Sweet y La Mancha de Ro(b)ando. Pegajosas baladas y feísimos hard rocks a medio tiempo que cortan la digestión peor que una sandía con vino patero.
Nada se salva aquí, créanme. Si sólo pudieran imaginar a la Hiena Barrios cantando junto a unos Nocheros borrachos, maquillados y pasados por un pedal de distorsión económico, entenderían hasta donde llega el mal gusto de estos hórridos bonaerenses. Una lástima: ese nombre daba para mucho más que esta cursilería para arrojar al cesto más cercano. Una buena idea: utilicen este compacto como excéntrico "posapava". ¡Y mejor vayan a aplastar las hormigas que pululan por el patio de su abuela!
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RICTUS - Más allá del mar de las penurias

Pretenden ser metaleros, pretenden ser celtas, pero nada de eso se vuelve realidad cuando tratan indructuosamente de fusionar ambas corrientes, produciendo un pálido metal sinfónico que no conmueve ni a sus propias madres, y no consiguen fusionar una olla con tallarines y su respectiva salsa bolognesa. El castillerío ridículo y pasado de moda de estos mendocinos aburre a los cuatro minutos de escucha pasiva. Las fórmulas se repiten constantemente en este demo -"Más allá del mar de las penurias"-, por lo que, en lugar de imaginarse uno subido a un brioso corcel de fuego combatiendo a dragones infernales, se ve montando un manso pony de plaza y espantando a vendedores de pirulines. Lo peor de todo: en el tema épico "El tormento de Ligeia", la guitarra de Nahuel Garderes demuestra, por demás, todo lo que aprendió en el conservatorio (¿y a quién le importa?), pero sin transmitir nada de sentimiento. ¡No estás rindiendo examen, chabón! En cambio, Pablo Hermida sí que produce efectos con su voz chirriante: unas enormes ganas de tirarle por la cabeza esta obra maloliente. Señores de Rictus: antes de alucinar con ser caballeros amables, aprendan a ser escuderos pasables.
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CARIATIDE - Bifurcación clorox

Tengo los testículos que me los piso de escuchar a adolescentes de Zona Norte (más precisamente de Olivos) que creen que con un Sonar y un Reason se puede hacer electrónica decente. No hacen dream-pop, ni ambient, ni trance, ni chill-out, ni retro-house siquiera. Es sólo gente que, aburrida de jugar con la Playstation 3, pensó que podía hacer algo más con sus vidas que llenar sus Fotologs, decidiéndose a difundir este minestrón flogger previsible, lleno de ritmitos y loopitos que ya escuchamos hasta la saciedad en verdaderos artistas como 2 Many DJ's, Daft Punk y Soulwax. No me conmueven con un buen nombre y una buena tapa, porque el resultado de este "Bifurcación clorox" excede el cliché. Los nombres de las canciones, la imagen y el sonido general es una invitación con alfombra roja a decirles: "Basta. Pónganse a estudiar una carrera, porque sus papis (alguno de ellos trabaja seguramente en la multinacional homónima) están que arden con tanto aparatito al cuete en sus habitaciones sin ordenar, producto de sus envidiables mesadas". Yo les sugiero que antes de intentar una producción independiente, se pongan a escuchar música electrónica en serio, en vez de grabar pendejadas que únicamente cautivan a sus noviecitas del colegio Northlands.
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MUY PRONTO SEGUIREMOS PREVINIENDO A LOS POSIBLES LIDERES MUSICALES DEL MAÑANA Y PROTEGIENDO NUESTROS OIDOS DE SUS EMANACIONES "CREATIVAS".
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Más paz, prosperidad, entendimiento y sentido común para estas Fiestas, es el deseo de LOS PEORES DISCOS para todos sus lectores.
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¡FELIZ 2010! (el año de Nito Mestre.)

16/10/09

BACKSTREET BOYS - This is us



No quería concluir esta temporada de Los Peores Discos sin antes acercarles uno de los más grandes abusos (si no el mayor) que concibió el más manoseado género del entretenimiento para masas: el teen-pop.
Estoy completamente seguro de que la Convención de Ginebra debe haber desaprobado la utilización de esta obra en prisioneros de guerra.

Este conjunto de sinvergüenzas se formó en 1993, gracias al “visionario” magnate Lou Pearlman, que desde su Florida natal concibió esta chirigota. Él quería formar un grupo de cinco chicos jóvenes que supieran cantar y bailar, y para ello puso anuncios en periódicos locales, siendo seleccionados A. J. McLean y Howie Dorough; éstos ya se conocían por haber acudido a las mismas audiciones en busca de trabajo. El tercer componente fue un niño de 13 años, cantante y actor infantil, llamado Nick Carter, quien tuvo que decidirse entre el grupo y una muy tentadora oferta del famoso programa Mickey Mouse Club, cantera de más artistoides tipo Justin Timberlake, Christina Aguilera o Britney Spears. El cuarto miembro resultó ser Kevin Scott Richardson, quien trabajaba en el parque de atracciones Disney World, ¡
disfrazado de Aladin! El último autómata en ingresar fue Brian Littrell -primo de Carter-, que se destacó desde pequeño en el coro de su iglesia. ¡Vaya seleccionado del más puro aguante!

Pocas cosas existen que estén más alejadas del rock y el pop, e incluso del estilo ‘boy band’ (cuyos auténticos iniciadores fueron los New Kids On The Block y no estos patanes), y que ponen tan cachondos a los físico-culturistas, estilistas, diseñadores de interiores y princesitas púberes de hogares de clase media, sin olvidarnos de las damas que compiten en las ligas mayores del juego de canasta. De todas, ésta se lleva todos los lauros.

Veamos ahora el top-10 del perfecto ejemplar a quien puede interesarle este descalabro:

#10: El atrofiado genital que llora de emoción cada vez que se estrena una nueva versión de la saga de “Rápido y furioso”.
#9: La chirusa que elige “Celebra la vida”, de Axel, como ringtone principal de su celular.
#8: El paquidermo que prueba el sistema DVD de su auto con un recital de Los Tres Tenores.
#7: El grasa que baja el tema “Back in black” a su i-phone para utilizarlo como fondo de un streap-tease.
#6: La inefable coleccionista de temporadas completas de “Beverly Hills 90210” o “Friends”.
#5: El pálido oficinista que almacena sólo 5 temas (en 128 kps) de Sonohra en su i-pod de 20 Gb.
#4: La infeliz que tararea temas de Maná mientras huele desodorantes para pisos en un supermercado.
#3: El perversito que envía un SMS al 90100 para aprender poses del Kamasutra y luego se desespera al no saber cómo dar de baja el servicio.
#2: La minusválida que gasta su aguinaldo en una entrada para ver a Arjona desde una ubicación a no menos de 400 metros.
Y el puesto #1: El salame que se mete en un crédito a 10 años sólo para hacerle la Fiesta de Quince a la nena, quien seguro no elegirá ningún tema de estos zánganos, sino "Angels", de Robbie Williams, para su entrada triunfal.

Esta defecación, la más nueva de todas las asquerosidades artificiales que grabó este verdadero “quinteto de la muerte”, constituye el paradigma inapelable de que la música pop está en serio peligro de extinción. Es que esto es música para gente que no puede entender de qué se trata la música.

Ya sin Kevin en sus filas, los “Backshit” ¿Boys? editaron “This is us” (¿Esto son ustedes?), en octubre de 2009, sólo para volver a afianzarse sólidamente en el podio más alto de la cortedad discográfica. El último vómito de la banda vocal más vendedora del planeta fue producido por Max Martin, RedOne y Jim Jonsin, y contiene exactamente lo que buscaría cualquier fan voraz del Disney Channel: histeria en almíbar. Sin embargo, estoy seguro de que, tanto Pluto como la Sirenita, detestarían el álbum, mientras que a los chicos de I-Carly les agarraría un ataque de risa que los llevaría a la taquicardia.

La única canción digna de mención es “Straight through my heart”, nada más que por ser el corte de difusión. En ella, los BSB se asemejan a unos Duran Duran sin huevos, luego de 18 meses en las Termas de Río Hondo.
Todo lo restante que puebla este pernicioso compacto (sobre todo “Bigger”, “Masquerade”, “She’s a dream” y “Undone”) abunda en jadeos y susurros ilusoriamente seductores, lugares comunes reciclados una y otra vez de su odiosa producción anterior, que muy poco agregan a su malhadada carrera.

¡Y conste que no utilicé la palabra “gay” en ningún momento!
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Epílogo: La única manera que tengo yo de ver a estos inservibles es a través de la mira de un rifle. Y en vez de haber perdido mi tiempo en elegir para mi última crónica del año entre “Backstreet’s back” (su peor disco de antaño) y este flamante desliz, tendría que haber invertido ese esfuerzo en optar entre la precisión de un Armalite AR-30 y el poder de fuego de un AI Arctic Warfare 50.
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El clip de "Straight through my heart". A juzgar por la torpeza de sus movimientos, tengo la impresión de que, en lugar de hacer una coreografía, estos maduros íconos juveniles están padeciendo una sesión de rehabilitación kinesiológica.



OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: todos sus álbumes.
ANTIDOTO: mate y tortas fritas en una marcha piquetera.

6/10/09

DEF LEPPARD - X



Cuando una dudosa banda de ‘hard’, luego de un cuarto de siglo de trayectoria, decide publicar un álbum comercialísimo, por entero destinado a captar la atención de las adolescentes, se convierte inevitablemente en un paradigma de senilidad y, lo que es peor, de estupro encubierto. Si a esto le sumamos una insalvable propensión a destilar grasitud en su propuesta, consistente ésta en ocho baladas melifluas entre 13 temas ñoños totales, ya estamos en presencia de uno de los peores discos de pop-metal de todos los tiempos. ¿Por qué? Porque aquí no hay metal. ¡Así de simple!
Nada puede ya salvar a Def Leppard del derrotero hacia la más baja decadencia, de la peor canción de pepinos en la entrepierna, de la peor bacanal con cerveza caliente y sonrisas de groupies veteranas (más cerca del Corega que del ratón Pérez), sólo equiparable a lo que le sucedió a los integrantes de Steel Dragon en el esclarecedor film “Rock star”. Esto le da a uno más vergüenza ajena que la matanza de ballenatos por parte de los buques-factoría japoneses, que, de todos modos, logran juntar menos grasa que estos ingleses, en el pico de su pereza creativa, con “X” (encima, su 9º álbum), de 2002.
Nota: no castiguen a los que creen que estos sujetos son yanquis, pues siempre se empecinaron en sonar ‘americano’, y la culpa no es del chancho sino de quien le da de comer.

Supongo que algún fan se habrá quejado, no sólo del contenido de este abominable trabajo, sino de su título, que revela la más pura impersonalidad. Error, señores, pues este calificativo es el más exacto que pudo tener el disquito en cuestión.
Sostiene el lingüista chileno Maximiliano Mena Pérez que el uso de letra X es el indicado para designar la incógnita en las ecuaciones, y en expresiones tales como ‘lo hizo X persona’ o ‘las cosas se dieron por X causa’. Afirma que esto proviene del árabe, donde la S de la palabra “sai”, que significa ‘cosa indefinida cualquiera’, se pronuncia igual que la X castellana antigua. Por asociación, el disco homónimo nos habla de incapacidad y nulidad en los asertos más elementales, y, en consecuencia, de que la esencia de Def Leppard está más vacía que nunca, y que sus cerebros están necesitados de pasto fresco, de un pronto recambio de sangre y de vacaciones permanentes para beneficio de todos.

Esta banda, liderada por Joe Elliott y el desaprovechado futbolista Rick Savage, se formó en 1977, en Sheffield, obteniendo su nombre al reconvertir el de Deaf Leopard sólo para no quedar pegados a la etiqueta punk (?).
¡Qué puede esperarse de una banda cuyo NOMBRE se parece tanto al de Led Zeppelin que apesta ya de movida! Aquel que dice que nunca se le ocurrió asociar estos dos motes, ¡miente! Quien piensa que este grupo es fundamental en la historia del metal, ¡delira! Y el que sostiene que esta banda tiene algún mérito en su obra, más allá del debatible LP “Pyromania”, ¡alucina! Sin embargo, esta agrupación es citada en la historia del rock por ser paladines de la primera ola del heavy-metal británico (insisto, para mí, pop-metal) y bla, bla, bla. Otras fuentes hablan de sus ventas multimillonarias y bla, bla, bla. Yo sostengo que fue por un solo motivo:
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LA ÚNICA VIRTUD DE DEF LEPPARD FUE SOBRELLEVAR BIEN LA DESGRACIA DE SU BATERISTA, QUE PERDIO UN BRAZO EN UN ACCIDENTE DE AUTO, PUES, DE LO CONTRARIO, HABRIAN SUCUMBIDO AL OCTAVO AÑO DE SU EXISTENCIA.

Por consiguiente, todas las atenciones se centraron en ver cómo se las iría a arreglar Rick Allen para seguir tocando. Justo es reconocer que sus colegas estuvieron muy solidarios al no reemplazarlo, pero este espacio no se especializa en cuestiones de caridad y menos en ortopedia. Aclarado este punto, continuemos...

La banda más trivial del Mundo reunió en esta genuina herrumbre más de una docena de defecaciones inservibles, de las que se diferencian (únicamente por no ser baladas) “You’re so beautiful”, “Four letter word” (caca) y “Gravity”, tres temas tan ominosos que ni Bryan Adams los usaría para lados B de sus singles.
La producción dio asco, a pesar de haber convocado a un experto en el tema, Pete Woodroffe, y, debido a la estrechez artística obtenida, la discográfica decidió no apoyar este lanzamiento, por lo que se lo consideró un fracaso en todo sentido.

Por último, sugiero que, en vez de sufrir con este CD nauseabundo (menos rockero que una guitarra eléctrica con transporte y más desagradable que el yogur de banana marca Ser), vean el film “Histeria: the Def Leppard story”, que brinda una excelente radiografía del auge y deterioro del grupo, y de las vicisitudes de este subgénero, tantas veces risueño, cuando no grotesco.
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Síntesis: Ya que estamos tan peliculeros… Si amás este disco, es porque en la peli “School of rock” aprobaste y aplaudiste el triunfo de la banda No Vacancy.
Pero si adorás a Def Leppard incondicionalmente, vos no sos de los que se colocan un pepino en la entrepierna. Vos te ponés un anco entero.
¿Y sabés qué podés hacer con el disco? Una regia ensaladera. Para cuando te canses de inventar boludeces.
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"No podría quererte más, pero podría quererte mejor.”
“Cuando el amor es rey, no necesita palacio.”
“Se puede ser feliz sin talento, pero no sin pasión.”
“El amor es el único idioma que puede prescindir de las palabras.”
“Sólo los cuerdos aman con locura.”
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Estos aforismos de José Narosky, mezclados con este clip de "Long long way to go", constituyen un cóctel explosivo, mucho más potente que seis pastillas de Viagra al hilo. Piensen en las consecuencias...


OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "Slang" (1996), "Euphoria" (1999) ó "Yeah!" (2006).
ANTIDOTO: "Pyromania" (1983).

12/9/09

PASATIEMPO: Descubra el grupo oculto más sobrexpuesto del planeta

Eligiendo un nivel de dificultad (acorde con su fanatismo), arme este puzzle y podrá ver la imagen de una de las bandas más oligofrénicas del ancho mundo del rock and roll.
Sugerimos realizar este entretenimiento sólo si se dispone de demasiado tiempo en balde.


Jigsaw Puzzle by Crazyprofile.com

6/9/09

VILLAGE PEOPLE - Renaissance



Imploraba yo, mientras transcurría mi espeluznante excursión por el Valle de la Esfera Espejada, en Bailandia, que mi mal trance finalizara cuanto antes. Aquí y allá, vastas depresiones repletas de humo maloliente de acetato de vinilo achicharrado, plástico corrompido y papel ilustración ilegible revelaban los estragos perpetrados por el fuego perenne. La ascosidad se acumulaba a la vera del estrecho sendero y los precipicios, antes insondables, estaban atiborrados de deshechos rítmicos. Así, con la poca vista que tenía para clasificar la roña circundante, observé cómo se acopiaban los más increíbles ejemplares que el género discotequero pudo concebir. Caminé por un desfiladero que me llevó hasta la esencia misma de la malandanza reinante. Poco a poco pude hacerme de valor para afrontar los hedores de abandono cultural, y de ese modo, descubrir objetos que me eran familiares. Tiradas al azar, se amontonaban partituras de canciones olvidadas, alguna vez exitosas, una de las cuales me llamó la atención. Era “Born to be alive”, de Patrick Hernandez. Mi gemebunda memoria aún podía evocar su fugaz estribillo apisonado por el tiempo.

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"Time was on my side

when I was running down the street,

it was so fine, fine, fine

A suitcase and an old guitar

and something new to occupy

my mind, mind, mind

You see you were born, born,

born to be alive."
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Más boñiga se insinuaba ante mi absorto ser. Una portada medio incinerada del disco “Tear down these walls“, de Billy Ocean, escondía, vergonzante, el único álbum de Jazzy Mel, fundido con un magazine de la Ritchie Family. A su lado yacía un cassette sin cinta de Eddy Grant, etiquetado “En vivo en el Country Club de Banfield”.
Por doquier se esparcía la vergüenza, por lo que apuré mis pasos para salir del embotamiento que me invadía. Más adelante vi pedazos de memorandos pusilánimes, como aquél del sello Phonogram que felicitaba a Lipps Inc. por el éxito de “Pucker up”, una copia de la recesión del contrato por el que BMG expulsaba de su staff a Boney M., debido al fracaso de su “Eye dance”, y lo que más me conmovió: el organigrama de la campaña que encumbró al dúo Milli Vanilli a la condición de superastros.

Ah, ¿pero qué hacía yo en ese festival del ocaso? A la par que tejía un sinnúmero de conjeturas, mis pies tropezaban con una edición limitada de “Rock solid”, de Commodores, y mi cuerpo se hundió en un lodazal de viscosa resina. Lo último que alcancé a ver, antes de desvanecerme, fue un sobre interno despedazado del álbum “Unite”, de Kool & the Gang, y un flexidisc, ya convertido en triste cenicero, de Denise LaSalle, pues la líquida fetidez me llevó inconciente hasta una letrina natural en la que sobrenadaban más improperios artísticos. Volví en mí sobresaltado y, nadando como pude entre la suciedad, llegué hasta la orilla. Desde ese ángulo pude divisar un promontorio en el centro del mugriento lago, que, a modo de santuario, ostentaba varios ejemplares de “Renaissance”, de la banda insignia del disco sound californiano: Village People. Advertí que no estaba solo en esos parajes infernales, y que dicho tabernáculo había sido erigido adrede por criaturas del Averno. Entonces comprendí que aquello era una señal de seres confundidos que veneraban a dicha obra nociva.
Con restos de reediciones de “Rockollection”, de Laurent Voulzy, “Emotional rescue”, de los Rolling Stones, y el maxi-single “It’s alright”, de Gino Soccio, construí una balsa y remé hasta aquel altar. Allí descubrí un obsoleto reproductor de video que invitaba a ser encendido, mas no bien hube puesto la primera canción (“Do you wanna spend the night”), se vieron proyectadas en los acantilados imágenes de danzarines demoníacos disfrazados de coiffeurs, que iniciaron un atroz baile que no recuerdo haber visto ni en Música en Libertad. Amanerados performers que dejaban muy mal parados a los autores de “Macho man” y “Y.M.C.A.” acompañaban los monstruosos números pretendidamente new romantic, inequívocos indicios de que los Village People ya no eran aquellos divertidos pseudo gays, con atavíos de policía, cacique, albañil, marinero, motociclista y vaquero, sino espectros carroñeros ochentistas, émulos del peor chiste postmoderno.
La pesadilla parecía no terminar nunca, pero, por suerte, el timbre de casa me despertó anunciando a un vendedor de plumeros.

Al margen del mal sueño, “Renaissance” me pareció una de las ideas más colosalmente estúpidas de toda la historia de este estilo, que no se destacó precisamente por su brillantez. El fallido hit “5 o’clock in the morning”, el despreciable “Action man” (si fuera de Devo, merecería la silla eléctrica), más “Big mac” y “Diet”, posibles sobrantes del film “Can’t stop the music”, nos dan una clara imagen de lo desconcertados que estos tipos estaban en 1981. ¿Se habían vuelto punks? Digo esto porque “Food fight” suena a una pésima banda tributo a Ramones, incluido un órgano Farfisa muy sacado de contexto.
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Epílogo: Mil gracias al gran Dante Alighieri por tanta inspiración, y un millón de gracias a Village People por haber sido los causantes de que en mi adolescencia haya elegido el difícil camino del rock, en vez de la cómoda autopista hacia el hedonismo bolichero.

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Village People en un banquete medieval donde se comen los mejores cortes de la mejor carne de artistas "en serio" del género disco. Con lo que más tarde defecaron se produjo "Renaissance".






OTROS EJEMPLARES DEL MISMO TENOR: "Fox on the box" (1982) ó "Sex over the phone" (1985).
ANTIDOTO: "Village People" (1977).